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SIMANCAS

Sobre el cauce del río Pisuerga queda el puente medieval, heredero del que prestó servicio a la calzada romana.

En el año 939 junto a los muros de la ciudad hubo una batalla entre las tropas cristianas de Ramiro II y el califa musulmán Abd al-Rahman III conocida como la Batalla de Simancas.

En 1813 hubo una nueva batalla de Simancas entre las tropas aliadas (españoles, ingleses y portugueses), mandadas por Wellington, contra las tropas de Napoleón, que se batían en retirada tras la batalla de los Arapiles.

Monumentos y lugares de interés

La iglesia de El Salvador preside la vista del casco del municipio.

Tiene la villa tres edificios principales, el uno la fortaleza o Archivo Real, labrado en sillería donde los Reyes de España, tienen su archivo de todos los papeles pertenecientes a su corona, y de todo el reino; así de patronato real, como de los caballeros de España, Nápoles, Sicilia. Sobre el río hay otro palacio grande y de hermosa vista; y en este se crio el emperador Ferdinando, hermano de Carlos V; pues aquí estaba cuando murió el Rey Católico su abuelo; y aquí vinieron la chancillería de Burgos a entregarse a él como consta de la historia de Carlos V, escrita por Prudencio de Sandoval su cronista. Y en el medio de la villa está la iglesia del Salvador, de hermosa y magnífica arquitectura de mármoles y bóveda de piedra como demuestra la misma fabª.

Tomado del manuscrito de Manuel Bachiller, 1755. Lamentablemente, el palacio sobre el río ha desaparecido actualmente, aunque desde allí se puede contemplar una magnífica vista.


Castillo de Simancas

En el siglo XV la familia Enríquez, Almirantes de Castilla, ejercían el señorío de Simancas. Reconstruyeron la vieja fortaleza árabe y de esta época es la capilla. Poco después, los Reyes Católicos la reclamaron para la corona y la convirtieron en prisión de Estado.

Aquí estuvo preso y fue ejecutado con garrote vil el obispo de Zamora, Antonio de Acuña, capitán comunero de Castilla. La ejecución fue ordenada por el alcalde Ronquillo en 1521, en uno de los cubos del castillo, llamado ahora, Torre del Obispo. Este personaje tomó parte activa en la batalla de Villalar. Los tres comuneros (Padilla, Bravo y Maldonado) fueron ejecutados al día siguiente de la batalla, pero él fue encerrado en la torre del castillo dándole la oportunidad de arrepentirse. No se arrepintió sino que estranguló al alcaide de la fortaleza y al tratar de huir fue capturado de nuevo; el alcalde Ronquillo ordenó su muerte.

Felipe II transformó el castillo en Archivo General del Reino, ahora conocido como Archivo General de Simancas, albergando uno de los archivos más importantes de Europa, con 35 millones de documentos. Las reformas que se hicieron dieron lugar al aspecto que tiene en la actualidad.

El edificio

El muro que lo rodea, los cubos, las almenas, el foso, la entrada y dos puentes son de la época medieval, finales del siglo XV. La capilla fue reformada por la familia Enríquez en el siglo XV; la actual es una reforma de los años 1950. Tiene una hermosa bóveda estrellada pintada, donde están representadas las armas de sus fundadores: Don Alonso Enríquez y Doña Mª de Velasco. Se conserva también la cámara de tormentos.

El castillo propiamente dicho se debe a las reformas del siglo XVI, de Juan de Herrera y Francisco de Mora. Se proyectó la linterna de la Torre del Obispo con forma acampanada. Hubo más reformas en los siglos XVII y XVIII.

Se han efectuado grandes e importantes obras para conservar el edificio como Archivo General. Entre otras estancias valiosas existe una cámara incombustible donde están la mayoría de los documentos.

Folklore y costumbres

Historia del tributo de las «Siete doncellas»

El rito del «paloteo» ante las Doncellas en el templete de la Plaza Mayor de Simancas

En el año 783, Mauregato (hijo bastardo de Alfonso I de Asturias) toma el trono asturiano con la ayuda de Abderramán I, con quien se compromete al pago del tributo de las cien doncellas por su colaboración. En el año 788, los Condes Don Arias y Don Oveco, se rebelaron contra el Rey Mauregato y lo mataron como venganza de haber otorgado a los moros el tributo de las cien doncellas. El rey Bermudo I, su sucesor, quiere acabar con el tributo, sustituyéndolo por un pago en dinero. A Bermudo le sucede Alfonso II, el Casto (791–842), quien rechaza también el tributo en dinero, y entra en batalla con los moros para evitar su pago, venciendo en la batalla de Lodos y matando al capitán moro Mugait, con lo que consigue su propósito.

Posteriormente Abderramán II, en tiempos del rey Ramiro I, se atreve a pedir de nuevo el tributo de las cien doncellas. Este hallándose en una situación de debilidad, y tras reunir a sus consejeros accede de nuevo al pago del tributo. Con el tributo vigente de nuevo, se da el hecho/leyenda de que, los de Simancas entregan las siete doncellas que les corresponden, con las manos cortadas. Se dice que las jóvenes, en un acto de gran valentía, decidieron cortarse las manos para evitar que se las entregara, algo que, según la leyenda, consiguieron. Como consecuencia de este hecho los cristianos salen a pelear con los moros, dándose la batalla de Clavijo. El ejército moro es vencido, y desaparece el tributo de las cien doncellas, instaurándose como agradecimiento el voto de Santiago.

El día 6 de agosto, se celebra la fiesta patronal del salvador, en la que rememora la historia de las doncellas de Simancas.

Cuarenta y una personas representan a mediados de julio, cada año desde la instauración de esta cita, en 1994, la Jura del Rey Ramiro II de León, que conmemora el hecho histórico de la batalla de Simancas, en la que las tropas cristianas derrotaron a las de Abderramán III, y el posterior juramento del monarca, que prometió a su pueblo no volver a utilizar a las jóvenes de Simancas como moneda de cambio ante las exigencias de los moros, una vez que ellas decidieron cortarse las manos para evitar ser entregadas.

La Jura es el cierre del ciclo de la leyenda de aquellas valientes doncellas, siete jóvenes que en este acto abandonan el papel que asumieron un año atrás para dejar paso, el 6 de agosto, a las siguientes doncellas, otras siete chicas que se vestirán los trajes medievales con los colores del arco iris en el «Requerimiento» —el alcalde de la Villa requiere a cada joven en su casa, en un acto tradicional que saca al pueblo a las calles— posibilitando así que el ciclo vuelva a comenzar.
Simancas revive de esta manera, año tras año, «una hermosa tradición cuya base es la leyenda astur-leonesa, con un fondo histórico, pero que el pueblo adorna a su manera», según Teresa Salvador, directora de la Asociación El Zancón, organizadora de las celebraciones y autora de la transcripción del resumen del manuscrito de Manuel Bachiller del siglo XVIII [1], que recoge el romance de las siete mancas, rehecho en 1982 a instancias del folklorista Joaquín Díaz.

Mientras el Requerimiento de las siete doncellas, que representa la elección y encierro de las jóvenes por parte del Rey a petición de Abderramán III, se celebra desde 1988, según un proyecto presentado al Ayuntamiento aquel año por la propia Teresa Salvador, la Jura, que supone el fin de la historia, una vez que tras su encierro las cautivas deciden cortarse las manos para evitar que los moros se las lleven, sólo tiene doce años de historia. «Queríamos que otro acto cerrase el ciclo de la leyenda, que se inicia cada verano en agosto y se cierra en junio, aunque este año ha habido que retrasarlo», continúa Teresa, «es como recrear una ilusión en la gente, para que se sepa lo que pasó».

Los simanquinos gustan de explicar que el nombre de la Villa nació precisamente de aquel acto heroico de las jóvenes del pueblo, puesto que el rey infiel, al verlas mutiladas, exclamó: «Si mancas me las dais, mancas no las quiero».


Danza de los Lazos

Existía en Simancas una interesante danza tradicional relacionada con la Pascua de Resurrección que fue especialmente celebrada a principios del siglo XX. Se llamaba danza de los Lazos y en ella intervenían 12 mozos del lugar. Iban ataviados con un atuendo especial que consistía en una camisa blanca, enaguas de mujer, zapatos y medias blancas con un lazo atado en la rodilla, una banda morada que le cruzaba el pecho y un gorro llamativo, muy alto y adornado con flores. Acompañaba a estos doce danzantes un personaje conocido como el Zárraga que llevaba un látigo con una pelota en el extremo. La danza comenzaba en la plaza Mayor donde el Zárraga anunciaba lo siguiente: Se va a echar un lazo a la salud del señor alcalde. A continuación recorrían las calles y se detenían ante determinadas viviendas que solían ser de los vecinos más ricos y generosos y allí bailaban el lazo y una vez terminado recibían un regalo en metálico.

El siglo XVIII viene marcado por una incipiente y fructuosa industria ferrícola, como así lo demuestran los seis mazos de espalmar y las fraguas reconocidas en el catastro de Ensenada. En el siglo XIX esta industria sufre un proceso de cambio, teniendo que convertirse en una producción mucho más específica como consecuencia de la moderna siderurgia que se instala en el norte del país. Hoy en día todavía se trabaja en esta rama del trabajo, conservando viejas tradiciones y elementos que hacen que Taramundi produzca unas excelentes navaja y cuchillos, objeto de compra para el turismo que asome por aquí.



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